San Jaime de la Marca
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San Jaime de la Marca

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San Jaime de la Marca, también conocido como San Jacobo della Marca, fue un franciscano misionero, predicador infatigable y hombre de profunda vida interior, que dedicó su existencia a llevar el Evangelio por toda Europa, promoviendo la paz, la justicia y la devoción al Santísimo Nombre de Jesús.

Su figura brilla con luz franciscana, humilde pero encendida, entre los grandes santos de su tiempo como San Bernardino de Siena y San Juan de Capistrano, con quienes compartió no solo la predicación, sino una visión ardiente de una sociedad transformada por Cristo.

Biografía de San Jaime de la Marca

San Jaime nació en Monteprandone, región de Las Marcas, Italia, en el año 1391, en una familia campesina. Su nombre original era Doménico Gangala. Estudió derecho civil y canónico en Perugia y en Bolonia, pero tras conocer el ideal franciscano, dejó todo por seguir a Cristo más de cerca.

En 1416, ingresó en la Orden de los Frailes Menores, adoptando el nombre de Jacobo (Jaime). Fue discípulo directo de San Bernardino de Siena, de quien aprendió la fuerza de la predicación, el amor al Nombre de Jesús, y el espíritu de reforma interior.

Desde su ordenación como sacerdote, San Jaime se dedicó a predicar misiones populares en Italia, Dalmacia, Hungría, Austria, Polonia y Bohemia, en un tiempo sacudido por guerras, pestes, crisis sociales y divisiones religiosas. Su palabra poderosa, acompañada de oración, ayuno y penitencia, conmovía pueblos enteros y reconciliaba familias, ciudades y naciones.

Llevaba siempre consigo un estandarte con el monograma IHS, símbolo del Nombre de Jesús, que usaba como signo de paz y bendición en sus sermones.

Además de predicar, trabajó como inquisidor, juez e intermediario de paz entre reinos enfrentados. Fue también un gran promotor de la devoción eucarística, del Santo Nombre de Jesús, del Rosario, y defensor valiente de la doctrina católica frente a errores doctrinales de la época.

Fue propuesto tres veces como obispo, pero rechazó siempre el cargo, pues se consideraba indigno y deseaba morir como simple fraile menor. Vivió con radical pobreza, profunda humildad y una obediencia total a sus superiores.

Murió el 28 de noviembre de 1476 en Nápoles, tras una enfermedad, rodeado de gran veneración. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726.

¿Cuándo se celebra San Jaime de la Marca?

La Iglesia celebra la memoria de San Jaime de la Marca el 28 de noviembre, recordando su paso al cielo en olor de santidad. Es una fiesta que resalta la fuerza de la predicación franciscana, la fidelidad a la verdad y la pasión por las almas.

San Jaime es patrono de su ciudad natal, Monteprandone, y es invocado como protector contra la peste, intercesor en tiempos de crisis, y ejemplo para los misioneros, teólogos, abogados y predicadores.

Un predicador con alma de fuego

San Jaime recorría ciudades y campos, descalzo, con su hábito raído, un crucifijo en una mano y el Nombre de Jesús en la otra. Su vida era una misión constante: predicar, reconciliar, sanar, consolar y reformar.

No se contentaba con palabras bellas: ayunaba, oraba durante la noche, vivía en pobreza extrema. Era un hombre de acción y de contemplación, de estudio y de servicio, de doctrina firme y compasión humilde.

Combatió herejías con caridad y claridad, denunció la corrupción, consoló a los pobres, y sembró el Evangelio allí donde el mundo parecía quebrarse.

San Jaime nos recuerda que un corazón unido a Jesús puede transformar el mundo, no desde el poder, sino desde la cruz.

Oración a San Jaime de la Marca

San Jaime de la Marca, fraile menor y predicador ardiente, tú que llevaste por Europa la llama del Evangelio, escucha hoy nuestra súplica.

Tú que amaste el Santísimo Nombre de Jesús y lo proclamaste como luz y salvación, imprime también en nuestro corazón ese Nombre santo, para que lo llevemos con amor y lo anunciemos con valor.

Ruega por los predicadores, por los misioneros, por los que enseñan la verdad con caridad, por los que luchan por la justicia y la paz.

Tú que rechazaste honores y buscaste solo a Cristo pobre y crucificado, enséñanos a caminar en humildad, a vivir en obediencia, y a servir sin buscar recompensa.

San Jaime, protector contra la peste del alma y del cuerpo, intercede por nuestras familias, por nuestra Iglesia y por el mundo herido. Que, como tú, podamos gastar nuestra vida en el anuncio del Reino y morir abrazando la cruz del Redentor. Amén.

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