San Lázaro
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San Lázaro

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San Lázaro de Betania es una figura profundamente significativa en la vida cristiana. Su historia está íntimamente ligada al corazón humano de Cristo, quien lloró su muerte, lo llamó por su nombre desde la tumba y lo resucitó como signo del poder divino sobre la muerte. Lázaro no es solo un personaje milagroso: es símbolo del alma redimida, del que ha sido salvado, del que vive porque ha creído.

En él se encarna la promesa del Evangelio:

“El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá” (Juan 11,25)

San Lázaro es modelo de amistad con Jesús, de fe silenciosa y de transformación por el amor divino. Su vida, antes y después del milagro, nos enseña que la resurrección no es solo un evento futuro, sino una realidad que comienza aquí y ahora para quienes viven en Cristo.

¿Quién fue San Lázaro?

San Lázaro vivía en Betania, una pequeña aldea cerca de Jerusalén, junto a sus hermanas Marta y María. Los Evangelios nos revelan que eran amigos cercanos de Jesús, y que Él solía hospedarse en su casa.

En el capítulo 11 del Evangelio de San Juan se narra uno de los milagros más impactantes de Jesús: la resurrección de Lázaro. Cuando enfermó, sus hermanas enviaron a decir a Jesús:

“Señor, el que tú amas está enfermo” (Jn 11,3)

Sin embargo, Jesús esperó cuatro días para llegar a Betania, cuando ya Lázaro había muerto. Al ver el dolor de Marta y María, Jesús se conmovió y lloró. Luego, ante la tumba, levantó los ojos al cielo y clamó: “¡Lázaro, sal fuera!”. Y el muerto salió.

Este milagro provocó la conversión de muchos y también aceleró la decisión de los fariseos de dar muerte a Jesús, pues era una señal demasiado poderosa.

La resurrección de Lázaro no fue como la de Cristo —una resurrección gloriosa y definitiva—, sino una revivificación temporal. Lázaro volvió a la vida natural y luego, como todos los hombres, murió.

Tradición posterior: obispo y evangelizador

Aunque los Evangelios no relatan qué ocurrió con Lázaro después del milagro, la tradición cristiana posterior ofrece varias versiones.

Una de las más antiguas y difundidas dice que, tras la muerte y resurrección de Cristo, Lázaro y sus hermanas fueron perseguidos por los judíos, por ser testigos vivientes del poder de Jesús. Entonces fueron puestos en una barca sin timón y sin velas, junto con otros cristianos, y llegaron milagrosamente a las costas de Marsella, en la actual Francia.

Allí, según esta tradición, Lázaro se convirtió en el primer obispo de Marsella, predicó el Evangelio, realizó milagros y vivió una vida santa, hasta morir mártir.

Otra tradición oriental, particularmente en Chipre, afirma que Lázaro fue obispo de Kition (actual Lárnaca), y allí murió en paz. En Lárnaca se encuentra una iglesia dedicada a él, y un antiguo sepulcro con la inscripción:

“Lázaro, el amigo de Cristo”

Ambas tradiciones coinciden en que, una vez resucitado por Cristo, Lázaro vivió una vida de profunda humildad, oración y predicación, testigo viviente del amor de Dios.

Significado espiritual

San Lázaro representa a cada uno de nosotros cuando hemos caído en el pecado, en el desánimo, en la muerte interior… y Cristo nos llama a salir fuera. Él nos devuelve la vida, nos quita las vendas que nos atan y nos invita a caminar nuevamente como hijos de la luz.

Lázaro es también imagen de la Iglesia que escucha la voz de su Señor, y de todo cristiano llamado a dar testimonio de la victoria del amor sobre la muerte.

Su figura es especialmente significativa en el tiempo de Cuaresma y Semana Santa, como anticipo de la resurrección de Cristo y como llamada a la conversión y la esperanza.

Fiesta litúrgica

La Iglesia conmemora a San Lázaro en distintas fechas, según las tradiciones locales:

  • En el rito romano, su memoria se recuerda litúrgicamente el 17 de diciembre (aunque no es de precepto ni fiesta universal).
  • En el rito bizantino, se celebra el sábado anterior al Domingo de Ramos, conocido como el “Sábado de Lázaro”, como preludio de la Semana Santa.
  • En algunas regiones de Francia, España, y América Latina, su devoción se mantiene viva en templos y comunidades dedicadas a su nombre.

San Lázaro es considerado patrono de los pobres, de los enfermos, de los leprosos y de los marginados, en parte por una antigua confusión con el Lázaro mendigo de la parábola (Lucas 16), que aunque no es el mismo personaje, comparte su nombre y simbolismo.

Oración profunda a San Lázaro

Oh San Lázaro,
amigo amado de Jesús,
tú que conociste la tristeza de la muerte
y luego el poder de la voz del Maestro,
míranos en nuestras tumbas interiores,
cuando el alma se apaga y el corazón se enfría,
y pídele a Cristo que vuelva a llamarnos por nuestro nombre.

Tú que saliste de la oscuridad al encuentro de la vida,
ruega por nosotros cuando el pecado nos encadena,
cuando el miedo nos paraliza,
cuando sentimos que ya no hay esperanza.

Intercede por los enfermos,
por los que están cerca de la muerte,
por los pobres que yacen a las puertas del mundo sin ser vistos,
por los que no tienen voz ni rostro.

Danos fe para esperar aún cuando todo parece perdido,
fuerza para salir de nuestras tumbas,
y humildad para ser testigos vivos del poder de Dios.

San Lázaro,
modelo de amistad con Jesús,
ayúdanos a confiar en su amor,
a esperar su tiempo,
y a caminar en su luz hasta el día de nuestra resurrección final.

Amén.

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