Novena a San Martín de Porres
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San Martín de Porres es uno de los testimonios más luminosos del Evangelio en nuestra historia. Nacido en Lima en 1579, hijo de una mujer afrodescendiente y de un noble español, conoció desde pequeño el peso de la desigualdad, el rechazo y la injusticia. Pero lejos de permitir que esas heridas se convirtieran en resentimiento, las transformó en caridad, ternura y servicio. En su corazón humilde nació la convicción de que todos somos hijos de Dios y que la dignidad del ser humano no depende del color de la piel, del origen o de las riquezas, sino del amor con el que somos creados. ¡Hoy te invitamos a realizar la novena a San Martín de Porres!
A través de su vida como religioso dominico, Martín se hizo hermano de todos: de los enfermos que encontraba sin esperanza, de los pobres olvidados en los rincones de la ciudad, de los animales que también reconocía como criaturas de Dios. Su fe se expresó en gestos concretos, en manos que curan, en palabras que consuelan, en una sonrisa que devuelve la paz. Por eso la Iglesia lo reconoce como Patrono de la justicia social, de la convivencia entre los pueblos y de quienes buscan reconciliar corazones.
¿Para qué una novena a San Martín de Porres?
Elevar una novena a San Martín de Porres es abrir un espacio en nuestra vida para la misericordia. Es aprender con él a mirar el mundo desde la bondad que sana, a entregarnos sin medida y a descubrir que servir es la forma más alta de amar. Cada día de esta novena nos invita a acercarnos a Dios a través del ejemplo de este santo, para que también nosotros seamos instrumentos de paz, de justicia y de unidad.
Que al recorrer este camino de nueve días podamos experimentar la alegría de quien confía en la Providencia, la fortaleza de quien se sabe pequeño pero sostenido por Dios, y la gracia de quien transforma cada acto de amor en oración viva.
San Martín de Porres, humilde amigo de los pobres y defensor de la paz, intercede por nosotros.
Oración inicial para todos los días
Espíritu Santo, fuente de amor divino, ven a iluminar nuestra mente y a encender nuestro corazón.
Tú que colmaste de gracias a San Martín de Porres, haz que aprendamos de él la humildad que no busca aplausos, la paciencia que no se quiebra en la prueba, y la caridad que se entrega sin medida.
Señor Jesús, Maestro y Pastor de las almas, Tú que viniste a servir y no a ser servido, concédenos un corazón semejante al tuyo. Que, a ejemplo de San Martín, aprendamos a descubrirte en los rostros de los pobres, de los enfermos, de los que sufren, y de aquellos que el mundo olvida.
Padre de bondad, que en tu providencia no abandonas a ninguno de tus hijos, enséñanos a vivir confiados en Ti, con sencillez y alegría. Que la vida de San Martín sea para nosotros un camino seguro de santidad, y que, sostenidos por su intercesión, lleguemos un día al gozo eterno de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Consideraciones diarias
Día 1: Humildad en lo pequeño
Dios dice en su Palabra: “El que se humilla será enaltecido” (Lucas 14,11).
San Martín, desde niño, supo aceptar con paz la pobreza y las limitaciones que la sociedad le imponía. En el convento, escogía con gozo los oficios más sencillos: barrer, cocinar, limpiar, cuidar del huerto. Su grandeza estaba en servir sin esperar recompensas.
Hoy, en un mundo donde se valora el prestigio, el poder y la apariencia, San Martín nos enseña que la santidad florece en lo sencillo, en lo oculto y en lo cotidiano. La humildad no consiste en despreciarse, sino en reconocer la verdad: que todo lo que somos y tenemos proviene de Dios, y que nuestra gloria está en servir.
Pidamos a San Martín que nos enseñe a aceptar con serenidad lo pequeño, a realizar cada tarea con amor, y a descubrir en lo oculto la presencia de Dios.
Señor Jesús, dame un corazón humilde como el de tu siervo Martín, que no busca honores, sino el gozo de amarte en lo sencillo.
Amén.
Día 2: Amor al prójimo
Dios dice en su Palabra: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Juan 15,12).
El amor fue la nota más visible en la vida de San Martín. No conoció barreras: atendía a pobres y ricos, a esclavos y libres, a españoles, indígenas y africanos. Abría su corazón y sus manos para todos, y en cada persona reconocía la imagen de Cristo.
Hoy, cuando el egoísmo divide y el prejuicio separa, necesitamos aprender de San Martín que la caridad no puede ser selectiva ni limitada. El verdadero amor no se queda en palabras, sino que se traduce en gestos de servicio, de compasión y de perdón.
Pidamos a San Martín que nos ayude a amar sin medida, a no cerrar el corazón ante nadie, y a descubrir la alegría de dar sin esperar nada a cambio.
Señor, enséñame a amar como Tú amas: con un corazón abierto y generoso.
Amén.
Día 3: Paciencia en la adversidad
Dios dice en su Palabra: “La tribulación produce paciencia, la paciencia virtud probada, la virtud probada esperanza” (Romanos 5,3-4).
San Martín soportó desprecios y humillaciones por su origen humilde y por el color de su piel. Nunca respondió con resentimiento. Su paciencia era fruto de su confianza en Dios, y su paz interior fue testimonio para todos.
Nosotros también vivimos pruebas: enfermedades, conflictos, injusticias, incomprensiones. A menudo nos dejamos vencer por la impaciencia y la queja. Pero San Martín nos recuerda que la paciencia es la victoria del amor, y que quien confía en Dios puede transformar las dificultades en ofrenda.
Pidamos al Señor, por intercesión de San Martín, un corazón paciente y sereno, que no se rinda ante la adversidad, sino que espere en la esperanza que no defrauda.
Señor, que en medio de mis pruebas yo sepa repetir contigo: “Padre, en tus manos me abandono”.
Amén.
Día 4: Servicio a los enfermos
Dios dice en su Palabra: “Estuve enfermo y me visitaron” (Mateo 25,36).
San Martín fue enfermero del cuerpo y del alma. Preparaba remedios, curaba heridas y consolaba con dulzura. Su compasión no tenía límites: buscaba al enfermo olvidado, al que nadie quería tocar, y le devolvía la dignidad con su cercanía.
Hoy hay tantas formas de enfermedad: física, emocional, espiritual. Muchos sufren solos en hospitales, en casas, en el silencio de la soledad. San Martín nos enseña que servir al enfermo es servir al mismo Cristo.
Pidamos la gracia de tener un corazón compasivo, capaz de acercarse al sufrimiento sin miedo y con ternura.
Señor Jesús, haz de mí un consuelo para los que sufren, y que mi presencia sea bálsamo de esperanza.
Amén.
Día 5: Unidad y reconciliación
Dios dice en su Palabra: “Dichosos los que trabajan por la paz” (Mateo 5,9).
En su tiempo, San Martín fue un puente entre culturas y razas. No hacía diferencias: veía en todos la misma dignidad de hijos de Dios. Su vida fue un camino de reconciliación y de paz.
En nuestras familias, en nuestras comunidades y en el mundo entero, abundan las divisiones, los resentimientos y las injusticias. Pero el cristiano está llamado a ser constructor de unidad, no sembrador de discordia.
Pidamos a San Martín la gracia de ser instrumentos de paz, capaces de perdonar, de tender la mano, y de poner el amor donde otros siembran odio.
Señor, haz de mí un artesano de paz, como lo fue San Martín.
Amén.
Día 6: Confianza en la Providencia
Dios dice en su Palabra: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mateo 6,33).
San Martín vivía con absoluta confianza en la Providencia divina. Nunca se angustiaba por lo que faltaba, porque sabía que el Padre cuida con amor de sus hijos. Por eso podía ser generoso sin miedo, dando incluso lo poco que tenía.
Nosotros, en cambio, muchas veces vivimos atrapados en la preocupación y el afán de acumular. Nos cuesta confiar. Pero San Martín nos muestra que la verdadera libertad está en abandonarse al cuidado amoroso de Dios.
Pidamos al Señor la gracia de una fe confiada, que nos haga vivir en paz y ser generosos con los demás.
Padre bueno, enséñame a confiar más en tu Providencia que en mis propias seguridades.
Amén.
Día 7: Sencillez y alegría
Dios dice en su Palabra: “Estén siempre alegres en el Señor” (Filipenses 4,4).
San Martín vivía con alegría serena. No buscaba lujos ni reconocimientos, y encontraba gozo en lo pequeño. Su sonrisa era reflejo de un corazón reconciliado con Dios.
Hoy muchas veces buscamos la felicidad en lo superficial, y terminamos descontentos y vacíos. Pero San Martín nos recuerda que la alegría verdadera nace de la sencillez y de la gratitud.
Pidamos la gracia de ser sencillos de corazón y alegres en el Señor, para transmitir esperanza a quienes nos rodean.
Señor, enséñame a vivir con gratitud y alegría, incluso en lo pequeño.
Amén.
Día 8: Amor a la Eucaristía
Dios dice en su Palabra: “Yo soy el Pan vivo bajado del cielo” (Juan 6,51).
La fuente de la caridad de San Martín era la Eucaristía. Allí encontraba la fuerza para entregarse a todos. Su vida eucarística lo hizo pan partido y compartido para los hermanos.
Nosotros, a veces, nos acercamos rutinariamente a la Misa, olvidando que en ella Cristo mismo se nos da como alimento. San Martín nos recuerda que la Eucaristía es el centro de la vida cristiana, la fuente de toda santidad.
Pidamos al Señor aumentar nuestra fe y devoción a la Eucaristía, para que de ella brote en nosotros un amor más generoso.
Señor Jesús, Pan de Vida, transfórmame con tu Cuerpo y tu Sangre, y haz de mí un don para los demás.
Amén.
Día 9: Entrega total a Dios
Dios dice en su Palabra: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20).
Toda la vida de San Martín fue oblación. Se entregó en cada servicio, en cada gesto de amor, en cada sacrificio escondido. Su existencia fue un don completo a Dios y a los hermanos.
El cristiano está llamado a vivir no para sí mismo, sino para Cristo. En un mundo marcado por el egoísmo, San Martín nos enseña que la verdadera plenitud se encuentra en el don de sí.
Hoy, al culminar esta novena, pidamos la gracia de entregarnos sin reservas a Dios, con todo lo que somos y tenemos, para que nuestra vida sea también una oblación de amor.
Señor Jesús, toma mi vida entera y hazla ofrenda de amor para Ti y para mis hermanos.
Amén.
Gozos a San Martín de Porres
Coro:
San Martín de Porres, hermano y amigo,
enséñanos siempre a amar sin medida;
haz que en nuestras obras reine el Evangelio,
y que Cristo sea la luz de la vida.
Estrofa 1
Tú fuiste en la tierra reflejo de cielo,
llevando consuelo al que sufre y llora;
haz que nuestra vida, sencilla y sincera,
dé gloria a Dios Padre, de tarde y de aurora.
Coro
Estrofa 2
Humilde servidor, hermano del pobre,
del enfermo y triste fuiste protector;
acoge hoy también nuestra súplica ardiente,
y llévala al trono del buen Redentor.
Coro
Estrofa 3
Apóstol de paz y de reconciliación,
en tiempos de lucha danos unidad;
haz que en nuestras casas reine la ternura
y que nuestra Iglesia viva en caridad.
Coro
Consagración a San Martín de Porres
Oh glorioso San Martín, humilde siervo de Cristo, hoy me consagro a ti con sincero corazón.
Quiero aprender de tu paciencia, de tu sencillez y de tu alegría en el servicio.
Toma mis pensamientos, mis palabras y mis obras, para que, purificadas por tu intercesión, se conviertan en ofrenda agradable a Dios.
Enséñame a amar sin medida, a servir sin cansancio, a perdonar sin rencor.
Haz que no me apegue a los bienes de la tierra, sino que confíe siempre en la Providencia del Padre.
San Martín, ruega por mí, para que, unido a Jesús y a María, viva cada día como instrumento de paz y de caridad.
Te entrego mi vida entera, para que, como la tuya, sea gastada en el amor.
Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Oración final
Señor Dios, te damos gracias por la vida de San Martín de Porres, que en su humildad y caridad reflejó la ternura de tu Hijo.
Te pedimos que, por su intercesión, nos concedas la gracia de imitar sus virtudes:
la humildad que reconoce todo como don tuyo,
la paciencia que sostiene en la prueba,
la caridad que se inclina al necesitado,
y la alegría que brota de un corazón sencillo.
Recibe, Señor, nuestras súplicas confiadas, y concédenos lo que con fe te pedimos en esta novena.
Que, fortalecidos por el ejemplo de San Martín, caminemos con esperanza hacia tu Reino eterno.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dulce Madre, no te alejes,
tu vista de mí no apartes;
ven conmigo a todas partes
y nunca solo me dejes.
Ya que me proteges tanto
como verdadera Madre,
haz que me bendiga el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.








