San Dámaso I, papa
En los albores del cristianismo triunfante, cuando la Iglesia salía de las catacumbas para entrar en la historia pública del Imperio, Dios suscitó en Roma un pastor fuerte, sabio y piadoso: San Dámaso I, quien, como Sucesor de Pedro, supo guiar a la Iglesia en medio de divisiones internas, amenazas doctrinales y desafíos políticos. Su pontificado fue clave para consolidar la fe católica en el siglo IV, preservar la memoria de los mártires y dar forma definitiva al canon de la Sagrada Escritura.
San Dámaso es, sobre todo, el Papa de la Biblia, el que confió a San Jerónimo la monumental tarea de traducir la Palabra de Dios al latín, dando origen a la célebre Vulgata, la versión bíblica oficial de la Iglesia durante más de mil años.
Orígenes y formación
San Dámaso nació hacia el año 305 en Hispania (probablemente en la actual Portugal), dentro del seno de una familia cristiana. Desde joven se trasladó a Roma, donde fue ordenado diácono y colaboró activamente con el clero local, especialmente en la administración de las basílicas y cementerios cristianos, que en ese tiempo eran auténticos lugares de culto, memoria y resistencia en la fe.
Su cercanía al papa Liberio lo puso en una posición influyente dentro del clero romano, y tras la muerte de este en el año 366, fue elegido Papa en medio de un contexto tenso y polarizado. Su elección no fue pacífica: una parte del clero apoyó a otro candidato, Ursino, y se produjeron disturbios y persecuciones que él mismo lamentó profundamente.
No obstante, Dámaso fue reconocido legítimamente como el 37.º Sucesor de San Pedro, y durante sus 18 años de pontificado trabajó incansablemente por restaurar la unidad, consolidar la ortodoxia y fortalecer la identidad cristiana en el mundo romano.
Defensor de la fe y enemigo de las herejías
El siglo IV fue una época de grandes debates doctrinales, especialmente en torno a la naturaleza de Cristo. El arrianismo, que negaba la divinidad de Jesús, seguía generando confusión y división, incluso después del Concilio de Nicea (325). San Dámaso se mostró como un defensor firme del Credo niceno, luchando contra las herejías que debilitaban la doctrina apostólica.
Convocó sínodos, redactó decretos doctrinales y colaboró activamente con los grandes Padres de la Iglesia, como San Atanasio, San Basilio y San Ambrosio, promoviendo la fe ortodoxa en todo el mundo cristiano.
Durante su pontificado, en el Sínodo de Roma del año 382, se estableció formalmente el canon de los libros sagrados, es decir, la lista definitiva de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento que formarían la Biblia católica. Fue un momento crucial para la Iglesia, que fijó con claridad las Escrituras inspiradas por Dios.
Amante de la Palabra de Dios
Pero su mayor legado quizás fue confiar a San Jerónimo —uno de los más grandes eruditos de su tiempo— la tarea de traducir al latín los textos bíblicos originales, para que el pueblo cristiano pudiera comprender la Palabra de Dios. Esta obra, conocida como la Vulgata, fue completada después de su muerte, pero fue una iniciativa inspirada y promovida directamente por San Dámaso.
Gracias a esta labor, la Biblia pudo llegar a millones de fieles en un lenguaje comprensible, unificando la doctrina y promoviendo una espiritualidad profundamente enraizada en la Palabra.
San Dámaso también promovió la liturgia, la belleza del culto cristiano, el canto sagrado, y el embellecimiento de las iglesias con inscripciones, símbolos y arte sacro. Fue un verdadero constructor espiritual de la Roma cristiana.
Culto a los mártires y a las raíces apostólicas
Uno de los aspectos más entrañables de su pontificado fue su dedicación a recuperar y honrar la memoria de los mártires. Visitó personalmente las catacumbas, identificó tumbas de mártires y santos, y mandó colocar allí epígrafes poéticos en latín, escritos por él mismo, que exaltaban la fe y el testimonio de los primeros cristianos. Muchas de estas inscripciones se conservan hasta hoy y son una joya de la arqueología cristiana.
San Dámaso comprendía que, sin memoria, la fe se debilita. Por eso, custodió con esmero la sucesión apostólica, defendió la primacía del Obispo de Roma y promovió el recuerdo de los apóstoles Pedro y Pablo como columnas de la Iglesia.
Muerte y culto
San Dámaso murió en Roma el 11 de diciembre del año 384, a los 79 años. Fue sepultado en la basílica de San Lorenzo, aunque más tarde sus restos fueron trasladados a la iglesia de San Lorenzo in Damaso, construida por él mismo. Desde antiguo, su memoria se venera con amor en Roma y en toda la Iglesia.
Fue reconocido como santo por aclamación popular, y su nombre figura en el Martirologio Romano. Es considerado patrono de los arqueólogos por su trabajo en la recuperación de las memorias cristianas antiguas y también protector de los estudios bíblicos y de la Sagrada Escritura, por su impulso decisivo al texto latino de la Biblia.
Fecha de celebración litúrgica
La Iglesia celebra la memoria de San Dámaso I el 11 de diciembre, aniversario de su muerte. Es un día para agradecer a Dios por los pastores sabios y santos que guiaron a la Iglesia en tiempos difíciles, y para renovar el amor a la Palabra de Dios y a la unidad de la fe.
Su figura nos recuerda que ser Papa no es una dignidad humana, sino una misión de servicio, defensa y edificación del Cuerpo de Cristo en la verdad y en la caridad.
Oración profunda a San Dámaso I
Oh San Dámaso, pastor fiel de la Iglesia de Roma,
guardián de la Palabra y defensor de la fe verdadera,
tú que en tiempos de confusión supiste guiar al rebaño
con sabiduría, firmeza y ternura de padre,
ruega por nosotros, para que también hoy
sepamos mantener la unidad en la verdad del Evangelio.
Tú que amaste la Biblia,
que impulsaste su traducción y su difusión,
enséñanos a amar la Palabra viva de Dios,
a leerla, meditarla y vivirla con el corazón dispuesto,
para que nuestras vidas sean también Escritura encarnada.
Intercede por los pastores de la Iglesia,
para que, como tú, no teman proclamar la verdad,
ni retrocedan ante la herejía o la división.
Ruega por los arqueólogos y por todos los que custodian la historia sagrada,
por los estudiosos, los traductores, los evangelizadores,
y por quienes, como tú, trabajan incansablemente
para edificar la Iglesia sobre la roca de los apóstoles.
Danos, San Dámaso, un corazón fuerte,
una fe ardiente y una lengua ungida por la Verdad,
para anunciar a Cristo con valentía en nuestro tiempo.
Amén.