San Esteban
San Esteban es llamado con justicia el protomártir, es decir, el primer mártir del cristianismo. Fue uno de los primeros discípulos elegidos por los apóstoles para el servicio en la comunidad y, por la gracia del Espíritu Santo, se convirtió en predicador valiente, hombre lleno de sabiduría y testigo del Resucitado.
Esteban no murió por una ideología ni por una causa humana, sino por proclamar que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios, y por no renunciar a su fe, incluso frente a la muerte. Su sangre, derramada a las afueras de Jerusalén, fue la primera en fecundar el campo del Reino, y abrió la vía del martirio, que tantos santos seguirían a lo largo de los siglos.
¿Quién fue San Esteban?
La figura de San Esteban aparece en los capítulos 6 y 7 del Libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se narra cómo los primeros cristianos, al crecer en número, eligieron a siete varones «llenos del Espíritu y de sabiduría» para servir en la distribución de los bienes y el cuidado de los necesitados. A estos se les llamó diáconos, y Esteban fue el primero en ser nombrado.
Pero su servicio no se limitó a lo material: Esteban era también un profundo conocedor de las Escrituras, y hablaba con fuerza y claridad sobre Jesús como cumplimiento de la Ley y los Profetas. Esto provocó la oposición de muchos judíos helenistas que no podían resistir la sabiduría del Espíritu con que hablaba.
Arresto y juicio
Ante la hostilidad creciente, Esteban fue arrestado y llevado ante el Sanedrín, el tribunal religioso judío. Allí, dio un discurso magistral en el que, desde Abraham hasta los profetas, mostró cómo la historia de Israel llevaba hasta Cristo.
Acusó a sus oyentes de haber resistido al Espíritu Santo y de haber traicionado y matado al Justo, a Jesús. Sus palabras no fueron bien recibidas:
“Al oír esto, sus corazones se llenaron de rabia y rechinaban los dientes contra él” (Hch 7,54).
Visión celestial y martirio
En ese momento, Esteban levantó los ojos al cielo y dijo:
“Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios” (Hch 7,56).
Sus enemigos, cegados por la furia, lo sacaron fuera de la ciudad y lo apedrearon. Mientras lo mataban, Esteban oró como su Maestro en la cruz:
“Señor Jesús, recibe mi espíritu.”
“Señor, no les tengas en cuenta este pecado” (Hch 7,59-60).
Así, el primer mártir imitó al Salvador hasta el final, entregando su alma en manos del Resucitado y perdonando a sus verdugos.
Saulo y la semilla del martirio
Entre los que presenciaron la muerte de Esteban, se encontraba Saulo de Tarso, quien consintió en su ejecución. Este Saulo, el perseguidor, sería luego transformado por Cristo en el apóstol Pablo. La Iglesia ha visto siempre en esta coincidencia una providencia misteriosa: la sangre de Esteban no fue en vano, y uno de sus frutos fue el mayor evangelizador de la historia cristiana.
Fiesta litúrgica
La fiesta de San Esteban se celebra el 26 de diciembre, justo después de la solemnidad de la Natividad del Señor. Esta cercanía litúrgica no es accidental:
- Nos recuerda que Jesús nació para redimirnos con su sangre, y que su Encarnación lleva a la cruz.
- Esteban fue el primero que dio testimonio del Niño-Dios con su propia vida.
- Es como si el pesebre y las piedras del martirio se encontraran, mostrando que el amor verdadero no teme a la muerte.
En muchas tradiciones cristianas, el día de San Esteban es también jornada de caridad y de ayuda a los pobres, en recuerdo de su servicio como diácono.
San Esteban, ejemplo para todos
San Esteban es modelo para los diáconos, pero también para:
- Quienes predican el Evangelio con valentía.
- Aquellos que sufren persecución por su fe.
- Quienes enfrentan incomprensiones dentro de su entorno.
- Aquellos que buscan perdonar a sus enemigos.
Nos enseña que la verdad no se impone con violencia, sino con testimonio; que el Espíritu Santo da fuerza a los débiles, y que el martirio es la expresión más alta del amor a Cristo.
Oración profunda a San Esteban
Oh San Esteban, primer mártir del Señor,
tú que viste los cielos abiertos
y al Hijo del Hombre de pie ante el trono de Dios,
enséñanos a mirar más allá de las piedras del camino
y a fijar los ojos en Cristo glorificado.
Tú que hablaste con sabiduría y moriste con perdón en los labios,
ruega por nosotros,
para que no respondamos al odio con odio,
sino con la dulzura del Evangelio.
Intercede por los cristianos perseguidos,
por quienes son acusados injustamente,
por los que sirven a los pobres en silencio,
y por los que luchan con miedo a dar testimonio.
Haz que en medio de nuestras pruebas,
no cerremos los labios por temor,
sino que con valentía proclamemos
que Jesús es Señor,
que su Reino no tendrá fin,
y que su amor es más fuerte que la muerte.
San Esteban,
siervo lleno del Espíritu,
diácono fiel y mártir luminoso,
haz que nuestra vida sea una ofrenda,
y que nuestro último suspiro
sea también una oración de entrega y perdón.
Amén.