San Frumencio de Etiopía

San Frumencio de Etiopía: Apóstol del África Oriental y sembrador del Evangelio

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San Frumencio, conocido también como Abba Salama (“Padre de la paz”), fue un laico romano del siglo IV que, por voluntad de Dios, se convirtió en el primer obispo cristiano de Etiopía y en el evangelizador de la región de Aksum, corazón del antiguo reino etíope.

Su historia es tan conmovedora como providencial: un joven que, tras un naufragio y años de esclavitud, fue elevado por Dios para convertir a todo un reino al cristianismo. Su fe, paciencia, inteligencia y amor por el pueblo etíope marcaron el inicio de una Iglesia viva, arraigada y única, que aún hoy es una de las más antiguas del mundo.


Un naufragio que se convirtió en misión

Frumencio era originario de Tiro (actual Líbano), y en su juventud acompañó a su tío en un viaje por el mar Rojo. La embarcación fue atacada por piratas, y él y su hermano Edesio fueron capturados y vendidos como esclavos en el reino de Aksum (en la actual Etiopía).

A pesar de la esclavitud, los hermanos destacaron por su cultura, su carácter noble y su honradez. El rey de Aksum, impresionado, los liberó y los integró a su corte real, confiándoles incluso la educación del príncipe heredero.

Este fue el inicio de la obra de Dios: Frumencio, aún joven, comenzó a compartir su fe cristiana con humildad y claridad, y a promover la presencia de comerciantes cristianos, la construcción de lugares de culto y la oración común.


Viaje a Alejandría y consagración episcopal

Tras la muerte del rey, Frumencio quedó como consejero principal de la reina viuda y tutor del príncipe Ezana, futuro rey cristiano. Cuando Ezana alcanzó la mayoría de edad, Frumencio decidió que su misión debía ser completada con la institución de una jerarquía eclesiástica adecuada.

Viajó entonces a Alejandría (Egipto), y pidió al patriarca San Atanasio —gran defensor de la fe nicena— que enviara un obispo para atender a los cristianos de Etiopía. San Atanasio, guiado por el Espíritu, respondió:

“¿Quién mejor que tú mismo, que conoces su lengua, su cultura y su alma?”

Así, Frumencio fue consagrado obispo de Aksum hacia el año 330 d.C., siendo el primer obispo en tierras africanas fuera de Egipto, y el inicio formal de la Iglesia etíope.


Primer obispo de Etiopía y padre espiritual del pueblo

Como obispo, Frumencio trabajó incansablemente para consolidar la Iglesia en Etiopía. Evangelizó con paciencia, respetando las tradiciones locales, enseñando la Palabra con amor, formando comunidades cristianas y promoviendo la paz.

Bajo su influencia, el rey Ezana se convirtió al cristianismo, y con él gran parte del pueblo. Así, Etiopía se convirtió en una de las primeras naciones cristianas del mundo, mucho antes de que Europa occidental fuera mayoritariamente cristiana.

Frumencio fue llamado con cariño por su pueblo “Abba Salama”, y su memoria se conserva con reverencia tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa etíope.


Un legado vivo en la Iglesia etíope

La obra de San Frumencio no fue pasajera: la Iglesia etíope se mantuvo firme en la fe durante siglos, incluso aislada del resto del mundo cristiano. Desarrolló una liturgia propia, basada en las raíces alejandrinas y en la lengua ge’ez, y conservó una identidad única, profundamente bíblica, monástica y mariana.

El patriarcado de Etiopía, aún hoy, reconoce a San Frumencio como su primer obispo, su fundador y su protector. Su nombre es invocado con cariño por millones de fieles.


¿Cuándo se celebra a San Frumencio?

La Iglesia católica celebra a San Frumencio el 27 de octubre, reconociendo su vida misionera, su entrega pastoral y su papel en la expansión del cristianismo en África Oriental. Es patrono de la Iglesia etíope, de los evangelizadores interculturales, de los laicos misioneros y de los cristianos perseguidos.


Oración profunda a San Frumencio de Etiopía

San Frumencio, sembrador del Evangelio en tierra africana, corazón fiel en medio de la esclavitud, testigo de la paz en tiempos de oscuridad, intercede por nosotros para que sepamos confiar en la Providencia, aun cuando el camino parezca perdido.

Tú que fuiste cautivo, y te convertiste en pastor, que viviste en tierra ajena, y sembraste el Reino de Dios con dulzura y firmeza, enséñanos a evangelizar con respeto, con amor, con paciencia. Ruega por todos los misioneros, por los pueblos que aún no conocen a Cristo, por quienes sufren la persecución silenciosa.

Tú que abriste las puertas del Evangelio al continente africano, haz que hoy se abran corazones al llamado de Dios, y que la Iglesia sea siempre madre que acoge, alimenta y enseña. Danos tu ardor misionero, tu sabiduría prudente y tu fe sin condiciones.

San Frumencio, Abba Salama, padre de Etiopía, ruega por nosotros. Amén.

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