San Quintín: Misionero valiente y mártir de la fe en tierra de paganos
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San Quintín, también conocido como San Quentin, fue un misionero romano del siglo III, predicador del Evangelio en la antigua Galia (actual Francia), y mártir valiente que entregó su vida por no renegar de Jesucristo.
Su figura es símbolo del coraje cristiano, la entrega misionera sin condiciones y la alegría del testimonio en tierras adversas. La ciudad de Saint-Quentin, en el norte de Francia, lleva su nombre y guarda celosamente su memoria desde hace más de 1.700 años.
Orígenes nobles y deseo de evangelizar
San Quintín nació en Roma, en el seno de una familia noble, acomodada y profundamente cristiana. Desde joven, se sintió llamado a abandonar las comodidades de su posición social y a llevar el Evangelio más allá de las fronteras del imperio, siguiendo el mandato de Cristo: “Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19).
Junto a un grupo de cristianos, entre ellos San Luciano de Beauvais, viajó a la Galia, que en aquella época era aún en gran parte pagana, con el objetivo de evangelizar a los habitantes del norte.
Misión en la Galia y arresto
Quintín se estableció en la región de Vermand, cerca del actual Saint-Quentin, y comenzó a predicar abiertamente. Su juventud, ardor espiritual y caridad hacia los pobres y enfermos atrajeron la atención de muchos, y numerosos paganos se convirtieron al cristianismo.
Sin embargo, las autoridades romanas, al enterarse de su labor, lo arrestaron por predicar una religión prohibida, y fue llevado ante Rictiovaro, el gobernador de la provincia, conocido por su crueldad contra los cristianos.
Tortura y martirio glorioso
San Quintín confesó valientemente su fe y se negó a ofrecer sacrificios a los dioses romanos. Por ello, fue sometido a torturas extremas: flagelación, quemaduras, estiramiento de miembros, e incluso le fueron arrancadas las uñas. Sin embargo, permaneció firme, orando y perdonando a sus verdugos.
Finalmente, fue decapitado hacia el año 287 d.C., y su cuerpo fue arrojado al río Somme. La tradición relata que su cadáver fue milagrosamente preservado, y más tarde hallado por una cristiana ciega que, al tocar su tumba, recobró la vista.
Culto y legado espiritual
En el siglo IV, el emperador Juliano el Apóstata intentó borrar su memoria, pero la devoción popular fue más fuerte. Su tumba se convirtió en lugar de peregrinación, y siglos más tarde se construyó una gran basílica en su honor en la ciudad que lleva su nombre: Saint-Quentin.
Su culto se difundió por toda Europa, y numerosas iglesias, reliquias y altares fueron dedicados a él. Se le invoca especialmente como patrono de los soldados, peregrinos, cirujanos, cerrajeros y viajeros.
¿Cuándo se celebra a San Quintín?
La Iglesia celebra a San Quintín el 31 de octubre, en recuerdo de su martirio heroico y su testimonio como uno de los primeros grandes evangelizadores de la Galia.
Su figura nos recuerda que el Evangelio vale más que cualquier privilegio, y que la fe debe ser proclamada incluso en los contextos más hostiles, porque el amor de Cristo es más fuerte que la muerte.
Oración profunda a San Quintín
San Quintín, noble por nacimiento y más noble por la fe, tú que abandonaste la gloria de Roma para abrazar la cruz en tierra extranjera, intercede por nosotros, para que tengamos tu misma valentía y tu misma fidelidad.
Tú que predicaste entre paganos y sufriste torturas sin renegar del Nombre de Jesús, enséñanos a hablar de Dios sin miedo, a perdonar en medio del dolor, a confiar incluso cuando todo se oscurece. Ruega por los misioneros, por los perseguidos, por los que son tentados a callar.
Guía con tu luz a quienes hoy viajan por caminos difíciles. Fortalece a los soldados que luchan por la justicia, a los peregrinos que buscan a Dios, a los cirujanos que tocan cuerpos con esperanza.
San Quintín, mártir del Evangelio, espejo de valor, protector del caminante, ruega por nosotros. Amén.








