Santos Andrés Dung-Lac y compañeros mártires
La Iglesia celebra con profunda reverencia a los santos mártires de Vietnam, encabezados por San Andrés Dung-Lac, sacerdote diocesano, y otros 116 compañeros mártires, entre los siglos XVII y XIX. Estos testigos del Evangelio —sacerdotes, obispos, religiosos, catequistas, padres y madres de familia— entregaron su vida por amor a Cristo en medio de brutales persecuciones.
Su memoria no es una lección de historia lejana, sino una llamada viva a mantener la fe cuando todo parece oscurecerse, a sostenerse en Cristo cuando el mundo amenaza con derribarlo todo.
¿Quién fue San Andrés Dung-Lac?
Andrés Dung-Lac nació en 1795 en Bac Ninh, Vietnam, en una familia pobre y no cristiana. Durante su infancia, se trasladó a Hanoi en busca de trabajo y educación. Allí conoció el Evangelio a través de misioneros católicos y se convirtió al cristianismo, adoptando el nombre de Andrés en su bautismo.
Con el tiempo, fue ordenado sacerdote diocesano y se dedicó con celo a la evangelización de su pueblo. Era piadoso, humilde, buen predicador, gran confesor y muy amado por su comunidad. Durante las múltiples oleadas de persecución contra los católicos vietnamitas, fue arrestado en varias ocasiones, liberado una vez gracias al pago de un rescate, y finalmente martirizado el 21 de diciembre de 1839 junto con San Pedro Thi, otro sacerdote.
¿Quiénes son sus compañeros mártires?
El grupo de los 117 mártires canonizados está compuesto por:
- 8 obispos
- 50 sacerdotes (diocesanos y misioneros de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París y dominicos)
- 59 laicos (hombres y mujeres, catequistas, agricultores, padres y madres de familia)
Todos ellos fueron ejecutados entre 1745 y 1862, en medio de más de un siglo de persecuciones en Vietnam, especialmente bajo los emperadores Minh Mang, Thieu Tri y Tu Duc. Se calcula que en total hubo más de 130.000 mártires en esas persecuciones.
Estos hombres y mujeres fueron decapitados, asfixiados, descuartizados, quemados vivos o mutilados, siempre con una sola acusación: ser discípulos de Jesucristo. Muchos murieron perdonando a sus verdugos, rezando por Vietnam, y proclamando su amor por Cristo con el corazón firme.
¿Cuándo se celebra a San Andrés Dung-Lac y compañeros mártires?
La Iglesia universal celebra a San Andrés Dung-Lac y compañeros mártires el 24 de noviembre. Esta memoria litúrgica conjunta fue instituida por San Juan Pablo II al canonizar a los 117 mártires el 19 de junio de 1988, en una ceremonia que unió la sangre derramada en Oriente con el reconocimiento y la gratitud de toda la Iglesia.
La fiesta recuerda la fidelidad de los católicos vietnamitas, su valentía, su amor a la Eucaristía y a la Virgen María, y su firmeza incluso ante el dolor más atroz. Son mártires de la esperanza, del perdón y del amor sin límites.
Mártires de un pueblo fiel
Los mártires vietnamitas son ejemplo de una Iglesia viva, pobre, perseguida y gloriosa. Muchos de ellos recibieron la fe gracias a misioneros extranjeros, pero la conservaron, defendieron y transmitieron con su sangre.
Lo más impresionante es que no renegaron de su fe, ni siquiera para salvar sus vidas o proteger a sus familias. Su valentía no era arrogancia, sino fruto de una intimidad profunda con Jesús, alimentada por la oración, la Eucaristía y el Rosario.
El testimonio de estos mártires dio fruto abundante. Hoy en día, Vietnam tiene millones de católicos fieles, muchas vocaciones religiosas, y una Iglesia que sigue siendo signo de esperanza.
San Juan Pablo II dijo en su canonización:
«Estos mártires son el orgullo de la Iglesia, un ejemplo de fidelidad que no se doblega ante el mundo.»
Oración a San Andrés Dung-Lac y compañeros mártires
Santos mártires de Vietnam, testigos gloriosos de la fe, que entregasteis vuestra vida por amor a Cristo y a su Iglesia, escuchad hoy nuestra oración.
Tú, San Andrés Dung-Lac, sacerdote humilde y valiente, intercede por los pastores de la Iglesia, para que no teman anunciar la verdad con claridad y amor.
Vosotros, mártires de todas las edades y estados de vida, fortaleced a las familias cristianas, a los catequistas, a los misioneros, y a todos los que sufren persecución por su fe.
Enseñadnos a amar a Cristo más que a la vida, a perdonar incluso a nuestros enemigos, y a ofrecer nuestras penas como incienso agradable al Señor.
Que, como vosotros, podamos resistir con alegría las pruebas de este mundo, y ser luz en la oscuridad. Haced que nuestra fe no se enfríe, y que nuestro corazón arda por el Reino de los Cielos.
San Andrés Dung-Lac y compañeros mártires, rogad por nosotros. Amén.