Oración por los migrantes y refugiados
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Hoy nos unimos en oración por una de las heridas más grandes del mundo actual: la migración forzada. Oramos por los migrantes y refugiados, hombres, mujeres, niños y ancianos que han debido dejarlo todo —su tierra, su hogar, su historia— en busca de seguridad, alimento, trabajo y dignidad.
Muchos huyen de la violencia, de la pobreza extrema, de la persecución, del hambre. Cargan mochilas ligeras, pero corazones pesados. Caminan por rutas inciertas, duermen en lugares desconocidos, y muchas veces son recibidos con indiferencia o rechazo.
Pero no están solos. El Dios del Éxodo, el Dios que caminó con su pueblo por el desierto, también camina con ellos. Jesús mismo fue migrante y refugiado cuando, siendo un niño, huyó con María y José a Egipto.
Por eso, orar por los migrantes es acoger a Cristo que llama a la puerta de nuestro corazón. Es pedirle al Padre que los proteja, los consuele y los lleve a un destino de paz.
Te invito ahora a cerrar los ojos y presentar en tu corazón a algún migrante o refugiado que conozcas. Si no tienes a nadie en mente, piensa en esas miles de vidas que cruzan fronteras, mares, desiertos. Ora por ellos.
Oración por los migrantes y refugiados
Padre compasivo,
Dios de todos los pueblos y todas las tierras,
hoy levantamos nuestra oración por tus hijos migrantes y refugiados.
Tú conoces sus nombres,
conoces sus historias,
sus miedos, sus anhelos, sus lágrimas escondidas.
Han dejado su hogar por necesidad,
no por deseo.
Han partido con la esperanza como equipaje
y muchas veces encuentran fronteras cerradas,
miradas duras y corazones fríos.
Pero Tú, Dios del camino,
eres su compañero invisible.
Tú cruzas con ellos desiertos y ríos,
caminas bajo el sol ardiente,
los sostienes cuando caen,
y lloras con ellos cuando son rechazados.
Protégelos, Señor,
de la explotación, del abuso, de la desesperanza.
Guía sus pasos hacia tierras donde puedan vivir con dignidad.
Abre puertas, inspira corazones generosos,
derriba los muros del egoísmo y la indiferencia.
Te pedimos por las familias que han sido separadas.
Por los niños que crecen sin patria.
Por los jóvenes que no ven futuro.
Por los ancianos que extrañan su tierra.
Consola al que camina solo.
Abraza al que ha perdido todo.
Y fortalece al que sigue adelante,
con fe en que un nuevo amanecer es posible.
También te pedimos, Señor,
por nosotros, los que los recibimos.
Enséñanos a mirar con compasión,
a acoger con humanidad,
a compartir lo que tenemos,
y a reconocerte en cada rostro cansado que llama a nuestra puerta.
Haznos puentes, no muros.
Manos tendidas, no brazos cruzados.
Corazones abiertos, no mentes cerradas.
Porque cuando acogemos a un migrante,
acogemos a tu Hijo.
Y cuando tendemos la mano al refugiado,
te encontramos a Ti.
Padre de todos,
haz que este mundo sea hogar para todos tus hijos,
y que la fraternidad no sea sólo un ideal,
sino una realidad construida cada día con amor,
con justicia y con solidaridad.
Amén.








