San Juan XXIII, Papa: El pastor universal que abrió la Iglesia al mundo
San Juan XXIII, nacido como Angelo Giuseppe Roncalli, fue el Papa número 261 de la Iglesia Católica, recordado con inmenso afecto por su carisma sereno, su cercanía al pueblo, su vida interior profunda y su papel decisivo como iniciador del Concilio Vaticano II, uno de los mayores acontecimientos eclesiales del siglo XX.
Conocido como “el Papa bueno”, su figura se ganó el corazón de católicos y no católicos, de líderes mundiales y de sencillos creyentes. Su pontificado, breve en años pero inmenso en frutos, fue un soplo de frescura evangélica en una Iglesia que necesitaba renovarse desde el corazón.
Infancia humilde y vocación temprana
Angelo Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, una pequeña aldea de Bérgamo, Italia. Era el cuarto de trece hermanos de una familia campesina, profundamente católica y trabajadora. Desde niño sintió el llamado de Dios. Ingresó al seminario y fue ordenado sacerdote en 1904. Desde entonces, se distinguió por su entrega, su cultura y su gran espíritu pastoral.
Fue secretario del obispo de Bérgamo, historiador, docente, capellán militar durante la Primera Guerra Mundial, y luego diplomático vaticano en Bulgaria, Turquía, Grecia y Francia. Esta trayectoria le permitió conocer diversas culturas, religiones y pueblos, siempre con actitud de respeto, diálogo y caridad.
En 1953 fue creado cardenal y patriarca de Venecia, cargo desde el cual vivió su vocación de pastor con celo y humildad.
Su elección como Papa y el Concilio Vaticano II
El 28 de octubre de 1958, tras la muerte de Pío XII, fue elegido Papa a los 76 años. Su elección fue vista inicialmente como un “pontificado de transición”. Pero Dios tenía otros planes.
Angelo Roncalli tomó el nombre de Juan XXIII en honor a su padre y a San Juan Bautista. Desde los primeros días de su pontificado, cautivó al mundo con su bondad, sonrisa serena, y estilo sencillo pero profundamente espiritual. No buscó imponer, sino proponer con ternura y firmeza la belleza del Evangelio.
En 1959, apenas tres meses después de su elección, sorprendió al mundo al anunciar la convocatoria de un nuevo Concilio Ecuménico: el Concilio Vaticano II. Su intención no era cambiar la doctrina, sino abrir los corazones a la acción del Espíritu Santo. Usó la palabra aggiornamento, es decir, «puesta al día», como clave para entender el espíritu del Concilio.
El Vaticano II buscó renovar la Iglesia desde su interior, acercándola más al mundo moderno, abriendo el diálogo con otras confesiones y religiones, y fortaleciendo la participación del laicado, la liturgia y la centralidad de la Palabra.
El Papa Juan XXIII no vivió para ver su culminación, pero inauguró solemnemente el Concilio el 11 de octubre de 1962, con un discurso lleno de esperanza y ternura:
“La Iglesia no debe condenar, sino usar la medicina de la misericordia.”
Su muerte y canonización
San Juan XXIII murió el 3 de junio de 1963, después de una dolorosa enfermedad que ofreció por la Iglesia y el mundo. Su muerte fue llorada por creyentes de todas las religiones y personas de buena voluntad que reconocían en él un corazón verdaderamente universal.
Fue beatificado por San Juan Pablo II en el año 2000 y canonizado el 27 de abril de 2014 por el Papa Francisco, junto a San Juan Pablo II, en una jornada histórica.
¿Cuándo se celebra a San Juan XXIII?
La Iglesia celebra la fiesta litúrgica de San Juan XXIII el 11 de octubre, fecha significativa por coincidir con la apertura del Concilio Vaticano II. Esta elección no solo honra su memoria, sino que invita a mantener vivo el impulso renovador, pastoral y misericordioso que él encarnó con tanto amor.
Oración profunda a San Juan XXIII, Papa
San Juan XXIII, pastor de bondad y sabiduría, tú que caminaste entre los hombres con el corazón lleno de Evangelio, enséñanos a vivir con esperanza, alegría y misericordia. Tú que abriste las ventanas de la Iglesia para que entrara el soplo del Espíritu, intercede por nosotros, para que sepamos también nosotros renovarnos desde dentro, sin miedo y sin perder el centro: Cristo vivo.
Enséñanos la paciencia del agricultor, la ternura del padre, la firmeza del discípulo fiel. Que como tú, sepamos acoger a todos con un corazón universal, sin juicios ni condenas, pero con la claridad del amor verdadero.
Ruega por los pastores de la Iglesia, para que vivan con el alma abierta y el oído atento al Espíritu. Ruega por el pueblo de Dios, para que no pierda el rumbo en medio del ruido del mundo. Ruega por la paz del mundo, por el diálogo, por la unidad.
San Juan XXIII, intercede para que nuestra Iglesia sea cada vez más santa, más cercana, más humilde y más viva. Y que, como tú, podamos llegar al cielo con una sonrisa y el alma en paz. Amén.