Oración por los pueblos en guerra
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Hoy nos reunimos en espíritu para levantar nuestra voz al cielo en una súplica llena de amor, compasión y esperanza: oramos por los pueblos en guerra.
La guerra deja cicatrices profundas en la tierra y en el alma. Hijos sin padres, madres que lloran a sus hijos, ciudades convertidas en ruinas, corazones llenos de miedo… En medio de tanta oscuridad, nos dirigimos al Dios de la Paz, al Príncipe de la Reconciliación, porque sólo Él puede tocar los corazones endurecidos y devolver la armonía a las naciones en conflicto.
Orar por la paz no es una acción pasiva, es una batalla espiritual. Es confiar en que el amor es más fuerte que el odio, que el perdón puede sanar lo que la violencia ha destruido, y que la luz de Cristo puede brillar aun en los campos más oscuros.
Antes de comenzar, te invito a cerrar los ojos y ofrecer esta oración por una nación en guerra que tengas en tu corazón. Menciona su nombre en silencio. Coloca también tu intención personal: por alguien que sufre, por un conflicto familiar, por la paz en tu interior.
Oración por los pueblos en guerra
Señor de la Paz,
miramos el mundo y nuestro corazón se entristece.
La tierra gime, los pueblos claman,
y la violencia parece tener la última palabra.
Pero sabemos, Dios bueno y justo,
que Tú eres más grande que toda guerra,
que tu misericordia es más fuerte que todo odio.
Hoy levantamos nuestras manos hacia el cielo
como Moisés en la montaña,
y te suplicamos con todo el corazón:
¡Detén el fuego de las armas!
¡Rompe las cadenas del orgullo y la venganza!
¡Sana las heridas del pasado!
Toca, Señor, los corazones de los líderes,
despierta la conciencia de quienes gobiernan,
inspira a quienes construyen la paz con acciones pequeñas pero valientes.
Te pedimos por los niños que viven bajo las bombas,
por las madres que lloran en los refugios,
por los hombres que han sido obligados a empuñar armas,
y por todos los que sufren las consecuencias del odio humano.
Dales consuelo, alimento, refugio…
pero sobre todo, dales esperanza.
Que no se acostumbren al dolor,
que no olviden que Tú, Señor, estás cerca,
incluso cuando todo parece derrumbarse.
Concede, Dios de amor,
que las fronteras no sean muros, sino puentes,
que el idioma de los pueblos no sea el del miedo,
sino el del diálogo, la comprensión y el perdón.
Que tu Espíritu sople sobre las naciones,
como en Pentecostés,
y renueve la faz de la tierra con justicia y misericordia.
Señor, transforma el odio en reconciliación,
la venganza en compasión,
la violencia en ternura.
Enséñanos que la paz comienza en nuestro corazón,
en nuestra casa, en nuestras palabras.
Haznos artesanos de paz.
Y que mientras esperamos que cese la guerra en el mundo,
aprendamos a construir tu Reino desde lo pequeño,
con el arma más poderosa: el amor.
Amén.








