San Basilio y San Gregorio, ABC para el alma

San Basilio y San Gregorio, doctores de la Iglesia

San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno son dos de los llamados Padres Capadocios, junto con San Gregorio de Nisa (hermano de Basilio) y San Juan Crisóstomo. Estos cuatro santos fueron los principales defensores de la doctrina de la Trinidad y de la divinidad de Cristo frente al arrianismo y otras herejías que amenazaban la unidad de la Iglesia en el siglo IV. Además, fueron maestros de la vida espiritual, de la liturgia y de la caridad, y dejaron una rica herencia de escritos teológicos, ascéticos y pastorales. En este artículo, vamos a conocer un poco más sobre la vida y la obra de estos dos grandes doctores de la Iglesia, que celebramos el 2 de enero.

San Basilio Magno, obispo y legislador de los monjes

San Basilio nació en Cesarea de Capadocia, en el actual Turquía, en el año 329, en el seno de una familia cristiana que había sufrido el martirio durante las persecuciones. Recibió una esmerada educación en Constantinopla y en Atenas, donde conoció a su amigo San Gregorio Nacianceno. Después de ejercer la docencia y la abogacía, sintió el llamado a la vida monástica, inspirado por su hermana Santa Macrina. Viajó por Oriente para conocer las diversas formas de vida religiosa, y a su regreso fundó varios monasterios en Capadocia, donde redactó sus famosas Reglas, que aún hoy son la base de la vida cenobítica oriental.

En el año 364 fue ordenado sacerdote, y en el 370 fue elegido obispo de Cesarea, la capital de su provincia. Desde entonces, se dedicó con ardor a la defensa de la fe ortodoxa contra el arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo, y que contaba con el apoyo del emperador Valente. Basilio sufrió el destierro, la confiscación de sus bienes y la amenaza de la violencia, pero no se dejó intimidar ni sobornar. Con su elocuencia, su sabiduría y su santidad, logró mantener la comunión de su Iglesia con Roma y con el resto de las Iglesias orientales, y convocó varios sínodos para reafirmar la doctrina del Concilio de Nicea.

San Basilio fue también un gran reformador de la liturgia, y se le atribuye la autoría de varias oraciones y himnos que aún se usan en la Iglesia oriental. Asimismo, fue un incansable promotor de la caridad y de la justicia social, y fundó un gran complejo asistencial a las afueras de Cesarea, llamado la Basiliada, donde se atendía a los pobres, a los enfermos, a los huérfanos y a los ancianos. Murió el 1 de enero del año 379, a los 49 años de edad, dejando una profunda huella en la Iglesia y en la cultura de su tiempo.

San Gregorio Nacianceno, el teólogo

Nació en Nacianzo, una pequeña ciudad de Capadocia, en el año 330, hijo de un rico terrateniente que se convirtió al cristianismo y fue nombrado obispo de la localidad. Estudió en Cesarea, donde conoció a San Basilio, y luego en Atenas, donde se reencontró con él y entabló una profunda amistad. A su regreso, fue ordenado sacerdote por su padre, aunque al principio se resistió por sentirse indigno. Junto con San Basilio, fundó un monasterio en el Ponto, donde vivió algunos años dedicado a la oración y al estudio.

En el año 372, San Basilio lo consagró obispo de Sancina, una pequeña e insignificante diócesis, con la intención de que fuera su colaborador en la lucha contra el arrianismo. Sin embargo, San Gregorio se sintió ofendido por lo que consideró una imposición arbitraria, y renunció al cargo. Se retiró a su monasterio, donde escribió sus famosos Discursos teológicos, en los que expuso con claridad y profundidad el misterio de la Trinidad y de la encarnación.

En el año 379, tras la muerte de San Basilio, fue llamado por un grupo de fieles ortodoxos a Constantinopla, la capital del imperio, donde el arrianismo dominaba la escena religiosa. Allí predicó con valentía y elocuencia en una pequeña capilla, conocida como la Anastasia, y logró atraer a muchos conversos. En el año 381, fue elegido patriarca de Constantinopla, y presidió el Concilio de Constantinopla, que confirmó la doctrina de Nicea y condenó las nuevas herejías. Sin embargo, pronto tuvo que enfrentarse a la oposición de otros obispos, que cuestionaban la validez de su elección, y a la injerencia del emperador Teodosio, que pretendía controlar los asuntos de la Iglesia. Cansado de las intrigas y los conflictos, San Gregorio renunció al patriarcado y se retiró a Nacianzo, donde se dedicó a la poesía y a la contemplación.

San Gregorio murió el 25 de enero del año 390, siendo venerado como uno de los más grandes oradores y teólogos de la Iglesia. Por su excelencia en el tratamiento de los misterios divinos, recibió el apelativo de “el Teólogo”, que comparte sólo con el apóstol San Juan. Sus escritos, tanto en prosa como en verso, son una fuente inagotable de doctrina y de belleza.

San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno son dos luminarias de la Iglesia, que con su palabra y su ejemplo nos mostraron el camino de la fe, la esperanza y la caridad. Ellos nos enseñan a defender la verdad con valentía y humildad, a vivir la comunión con Dios y con los hermanos, a practicar la justicia y la misericordia, y a buscar la santidad en la oración y en el servicio. Que su intercesión nos ayude a seguir sus pasos, y que su memoria nos anime a celebrar con alegría y gratitud el don de la fe católica. Amén.

Oración

Gloriosos San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno, obispos y doctores de la Iglesia, que con vuestra sabiduría y vuestro celo defendisteis la verdad de la fe y la unidad de la Iglesia, os suplicamos que intercedáis por nosotros ante el trono de la Santísima Trinidad, para que nos concedáis la gracia de conocer y amar a Dios con todo nuestro ser, de cumplir fielmente su voluntad, de imitar vuestras virtudes y de seguir vuestro ejemplo de santidad.

Alcanzadnos también la paz y la concordia entre todos los cristianos, para que formemos un solo rebaño bajo un solo pastor, y para que el mundo crea que Jesús es el Señor y el Salvador.

Amén.

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