San Francisco de Asís

San Francisco de Asís: El hermano de todos, reflejo vivo de Cristo

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San Francisco de Asís es, sin duda, uno de los santos más amados de todos los tiempos. Su vida fue una encarnación radical del Evangelio, una pasión ardiente por Cristo pobre y crucificado, y un himno de alabanza a Dios Creador. Francisco no solo fundó una de las órdenes más importantes de la historia de la Iglesia, sino que también transformó el corazón de la cristiandad con su testimonio desarmado, lleno de humildad, alegría y obediencia.

Nació en Asís, Italia, el 26 de septiembre de 1181 o 1182, en el seno de una familia acomodada. Su nombre de bautismo fue Giovanni di Pietro Bernardone, pero su padre, un comerciante de telas que amaba la cultura francesa, lo rebautizó como Francesco. Desde joven, Francisco tuvo una vida despreocupada, mundana, alegre. Soñaba con la gloria militar, el prestigio y el honor, pero Dios le reservaba un camino muy distinto.

La conversión de un joven mundano

A los 20 años, tras haber sido prisionero de guerra y vivir una grave enfermedad, comenzó a sentir el vacío de su vida. El encuentro con un leproso, al que besó y abrazó movido por una fuerza interior irresistible, marcó el inicio de su conversión.

Poco después, orando ante el crucifijo de la iglesia de San Damián, escuchó la voz de Cristo que le dijo:
“Francisco, repara mi Iglesia, que como ves, está en ruinas”.
Tomó estas palabras literalmente, vendió telas de su padre y comenzó a reconstruir iglesias abandonadas. Este acto provocó el rechazo de su familia. En un gesto radical, devolvió a su padre todo lo que tenía, incluso la ropa que llevaba puesta, y declaró: “Desde ahora, sólo diré: Padre nuestro que estás en los cielos”.

A partir de ese momento, Francisco abrazó la pobreza evangélica como esposa inseparable. Se dedicó a predicar la conversión, el amor de Dios y la penitencia. Su forma de vivir, tan semejante a la de Jesús, atrajo a muchos jóvenes, con quienes fundó la Orden de los Hermanos Menores (franciscanos) en 1209, aprobada por el Papa Inocencio III.

Hermano de todos y de todo

San Francisco vivió una profunda fraternidad universal. Llamaba hermanos a los pobres, a los animales, a la naturaleza, a los elementos. Su famoso Cántico de las Criaturas es una joya de la espiritualidad cristiana y ecológica, donde alaba a Dios por “hermano sol”, “hermana luna”, “hermana agua”, “hermana muerte”.

Fue un alma contemplativa, mística, enamorada de Cristo y de la Cruz. En 1224, durante una intensa oración en el monte Alvernia, recibió los estigmas de la Pasión, convirtiéndose en el primer santo conocido con las llagas visibles de Jesús en su cuerpo.

Francisco vivió siempre con humildad, sin buscar poder ni privilegios. Su corazón ardía por la conversión de todos y por llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra, incluso intentó predicar al sultán musulmán en Egipto.

Murió el 3 de octubre de 1226, tendido sobre la tierra desnuda, rodeado de sus hermanos, mientras cantaba salmos. Fue canonizado apenas dos años después, en 1228, por el Papa Gregorio IX. Su tumba se encuentra en Asís y es lugar de peregrinación universal.


¿Cuándo se celebra a San Francisco de Asís?

La fiesta de San Francisco de Asís se celebra el 4 de octubre, día en que la Iglesia honra su tránsito al cielo. Es patrono de los animales, los ecologistas, los pobres, la paz y de Italia. Su testimonio sigue vigente como modelo de reconciliación con Dios, con la creación y entre los hombres.

Es también el santo inspirador del pontificado del Papa Francisco, quien eligió ese nombre como símbolo de una Iglesia pobre, sencilla y cercana a los olvidados.


Oración profunda a San Francisco de Asís

San Francisco de Asís, hombre nuevo, hermano de todos, alma abrasada de amor por Cristo pobre y crucificado, enséñanos a desprendernos de lo superfluo, a vaciarnos del mundo para llenarnos de Dios. Tú que preferiste la desnudez del alma al esplendor de los bienes, haznos entender que la verdadera riqueza es amar sin medida.

Alcánzanos un corazón libre, ligero, que cante como tú al sol, a la luna, al fuego, al agua, y que descubra en cada criatura un reflejo del Creador. Danos tu alegría sin posesiones, tu libertad sin rebeldía, tu humildad sin tristeza.

Francisco, herido por los estigmas del Crucificado, ayúdanos a no huir del dolor, sino a abrazarlo en Cristo. Inspíranos a servir con ternura, a reconciliar lo roto, a vivir como peregrinos que avanzan ligeros hacia el Reino.

Ruega por nosotros, para que también podamos un día entonar con los ángeles un cántico de amor eterno, junto al Hermano Jesús, en la casa del Padre. Amén.

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