San Óscar Romero: Mártir de la Justicia y Voz de los Pobres
San Óscar Arnulfo Romero, conocido como el “Obispo de los Pobres”, es uno de los santos más emblemáticos del siglo XX. Como arzobispo de San Salvador, su ministerio estuvo marcado por la defensa de los derechos humanos y la denuncia de las injusticias sociales en un contexto de violencia y represión. Fue asesinado mientras celebraba la misa el 24 de marzo de 1980, y la Iglesia lo reconoce como mártir por su testimonio de amor a Cristo y a los más vulnerables.
Infancia y vocación
Óscar Romero nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, El Salvador, en una familia humilde. Desde niño mostró una profunda inclinación hacia la fe y el servicio a Dios. A los 13 años ingresó al seminario menor y luego continuó sus estudios en Roma, donde fue ordenado sacerdote en 1942.
Su vida sacerdotal estuvo inicialmente enfocada en la vida parroquial y en los medios de comunicación, usando la radio y otros recursos para evangelizar y acercar el Evangelio a los fieles.
Arzobispo de San Salvador
En 1977, Óscar Romero fue nombrado arzobispo de San Salvador, en un momento crítico de la historia de su país. El Salvador estaba sumido en una creciente violencia, marcada por la desigualdad social, la represión estatal y el surgimiento de movimientos guerrilleros.
Al principio, algunos lo percibían como un obispo conservador que no se involucraría en cuestiones sociales. Sin embargo, la muerte de su amigo cercano, el sacerdote jesuita Rutilio Grande, asesinado por denunciar las injusticias contra los campesinos, marcó un punto de inflexión en su vida. Desde entonces, Romero asumió un papel más profético, denunciando las violaciones a los derechos humanos y defendiendo con valentía a los más pobres y perseguidos.
La voz de los sin voz
San Óscar Romero se convirtió en una figura central para el pueblo salvadoreño. En sus homilías, transmitidas por radio, denunciaba los abusos de poder, los asesinatos y la opresión. También animaba a la esperanza, recordando al pueblo que la justicia y la paz eran posibles si se vivía el Evangelio con autenticidad.
En una de sus homilías más recordadas, dirigida a los soldados del ejército salvadoreño, les dijo:
«En nombre de Dios, en nombre de este pueblo sufrido, les suplico, les ruego, les ordeno: ¡Cesen la represión!»
Martirio
El 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la misa en la capilla del hospital La Divina Providencia, un francotirador le disparó en el altar. San Óscar Romero murió derramando su sangre mientras ofrecía la Eucaristía, un acto que simboliza su entrega total a Cristo y a su pueblo.
Su muerte fue un catalizador para la comunidad internacional, que comenzó a prestar más atención a la situación de El Salvador.
Canonización y legado
San Óscar Romero fue beatificado el 23 de mayo de 2015 y canonizado por el Papa Francisco el 14 de octubre de 2018. Su vida y martirio son un recordatorio de que el compromiso con la justicia y la fe en Cristo no pueden separarse.
Es un modelo para los cristianos que buscan vivir el Evangelio en contextos de opresión y sufrimiento. Su legado sigue vivo en la lucha por la paz, los derechos humanos y la dignidad de los más pobres.
Lecciones de la vida de San Óscar Romero
- Compromiso con la justicia: Su vida nos enseña que la fe debe traducirse en acciones concretas a favor de los más necesitados.
- Valentía en la verdad: San Óscar Romero no temió denunciar las injusticias, incluso a costa de su propia vida.
- Fidelidad al Evangelio: Su amor a Cristo lo llevó a servir al pueblo con generosidad y entrega total.
Oración a San Óscar Romero
Oh glorioso San Óscar Romero,
mártir de la justicia y pastor de los pobres,
tú que diste tu vida por amor a Cristo
y por la dignidad de tu pueblo.
Intercede por nosotros,
para que también podamos ser valientes testigos del Evangelio
en medio de las pruebas y las injusticias de nuestro tiempo.
Enséñanos a amar como tú amaste,
a denunciar el mal con firmeza
y a construir la paz con esperanza.
San Óscar Romero,
patrono de la justicia y la reconciliación,
ruega por nosotros,
para que vivamos siempre en la luz de Cristo.
Amén.