San Toribio de Mogrovejo: Apóstol de los Andes y Defensor de los Indígenas
San Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima, es una de las figuras más destacadas de la historia de la evangelización en América Latina. Su vida estuvo marcada por un celo misionero extraordinario, una profunda preocupación por los derechos de los indígenas y un compromiso incansable con la reforma de la Iglesia. La Iglesia celebra su memoria el 23 de marzo, recordando su ejemplo como pastor y misionero.
Primeros años y formación
Toribio Alfonso de Mogrovejo nació el 16 de noviembre de 1538 en Mayorga, León, España, en el seno de una familia noble. Desde joven, mostró una gran capacidad intelectual y un carácter firme. Estudió derecho en la Universidad de Valladolid y más tarde en Salamanca, destacándose como jurista.
Su reputación lo llevó a ser nombrado inquisidor en Granada, un cargo que desempeñó con rectitud y justicia. A pesar de su éxito profesional, la providencia lo tenía destinado a una misión mucho mayor: la evangelización de las tierras del Nuevo Mundo.
Llamado al episcopado
En 1580, el rey Felipe II de España lo propuso como arzobispo de Lima, a pesar de que Toribio era un laico. Aunque inicialmente se resistió, aceptó por obediencia y fue ordenado sacerdote y consagrado obispo en 1581. Poco después, partió hacia el Perú para asumir su misión en una diócesis que abarcaba vastos territorios y enfrentaba grandes desafíos pastorales.
Un misionero incansable
San Toribio llegó a Lima en 1581 y pronto se dedicó a recorrer su extensa arquidiócesis, que incluía montañas, selvas y desiertos. Realizó múltiples visitas pastorales, recorriendo más de 40,000 kilómetros, muchas veces a pie o a caballo, para llevar el Evangelio a las comunidades más remotas.
Durante sus viajes, aprendió las lenguas locales, como el quechua y el aymara, para predicar directamente a los indígenas. Además, trabajó para preservar y promover sus derechos, enfrentándose a abusos y defendiendo su dignidad como hijos de Dios.
Reformas y legado pastoral
San Toribio fue un reformador incansable. Convocó y presidió el Tercer Concilio Limense (1582-1583), cuyas decisiones fueron clave para la organización de la Iglesia en América. Promovió la formación de los sacerdotes, la creación de parroquias y la construcción de iglesias.
Además, apoyó la publicación del primer catecismo en lenguas indígenas, asegurando que el mensaje cristiano llegara a todos de manera comprensible. Su dedicación pastoral y su amor por los más necesitados lo convirtieron en un verdadero pastor según el corazón de Cristo.
Guía de futuros santos
San Toribio tuvo el privilegio de trabajar junto a figuras que también serían canonizadas, como Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres y San Francisco Solano. Fue él quien confirmó a Santa Rosa y San Martín, sembrando en ellos semillas de santidad.
La muerte de un santo
Durante una de sus visitas pastorales, San Toribio enfermó gravemente y falleció el 23 de marzo de 1606 en Zaña, Perú. Sus últimas palabras fueron: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu.”
Fue canonizado en 1726 por el Papa Benedicto XIII y declarado patrono del episcopado latinoamericano en 1983 por San Juan Pablo II.
Lecciones de San Toribio de Mogrovejo
- Celo misionero: Su vida nos invita a llevar el Evangelio con valentía y dedicación, incluso en los lugares más difíciles.
- Defensa de la justicia: San Toribio nos enseña a trabajar por la dignidad de todas las personas, especialmente de los más vulnerables.
- Reforma y santidad: Su ejemplo recuerda que la renovación de la Iglesia comienza con una vida santa y comprometida.
Oración a San Toribio de Mogrovejo
Oh glorioso San Toribio de Mogrovejo,
pastor incansable y defensor de los más pequeños,
tú que llevaste el Evangelio a los confines de los Andes
y protegiste con valentía a los pueblos indígenas.
Intercede por nosotros,
para que podamos vivir con celo por la misión de Cristo
y trabajar por la justicia y la paz en nuestras comunidades.
Enséñanos a ser testigos fieles de la fe,
y a seguir con amor el ejemplo de tu vida santa.
San Toribio, patrono del episcopado y guía de santos,
ruega por nosotros,
para que, como tú, seamos instrumentos de Dios
en la transformación del mundo.
Amén.