San Félix I, papa
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San Félix I fue el Papa número 26 de la Iglesia, sucesor inmediato del Papa Dionisio y antecesor del Papa Eutiquiano. Gobernó la Iglesia en una etapa crucial para el desarrollo de la doctrina cristiana y para la unidad de la fe, entre los años 269 y 274, en tiempos del emperador Aureliano, uno de los últimos perseguidores del cristianismo antes de la conversión del Imperio.
Aunque su pontificado duró apenas cinco años, San Félix I dejó una huella profunda como defensor de la fe ortodoxa frente a las desviaciones doctrinales, especialmente en lo que respecta a la divinidad de Jesucristo, un tema candente en la Iglesia del siglo III.
Contexto histórico: herejías y persecuciones
El pontificado de San Félix I se desarrolló en una época marcada por el conflicto teológico en torno a la naturaleza de Cristo, y también por la inestabilidad política y religiosa del Imperio romano.
En esos años, se consolidaban los ecos de la herejía de Pablo de Samosata, obispo de Antioquía, quien negaba la divinidad consustancial del Verbo, sosteniendo que Jesús era un hombre sobre el cual había descendido el poder divino, pero que no era Dios desde siempre. Esta doctrina era una forma primitiva de adopcionismo y prefiguración del arrianismo.
Frente a esto, Félix I se convirtió en firme defensor de la fe apostólica, tal como fue enseñada desde los tiempos de los apóstoles, afirmando la unidad de naturaleza entre el Padre y el Hijo, y subrayando que Jesucristo es Dios verdadero desde la eternidad.
Doctrina y defensa de la divinidad de Cristo
Según los testimonios del Liber Pontificalis y de algunos Padres de la Iglesia, San Félix I afirmó la doctrina de la unidad de sustancia entre el Padre y el Hijo (una substantia), una expresión que más tarde sería adoptada en el Concilio de Nicea (325) bajo la fórmula consubstancial al Padre (homoousios).
Aunque no escribió tratados extensos, se le atribuyen decisiones clave en defensa de la ortodoxia, y su pontificado preparó el terreno para el rechazo formal de las herejías que surgirían con mayor fuerza en el siglo IV.
De este modo, San Félix I fue un precursor del pensamiento conciliar, y su firmeza doctrinal se reconoce como una piedra angular en la defensa de la fe cristológica.
Culto a los mártires y tradición litúrgica
Durante su pontificado, se le atribuye la decisión de que las Misas se celebraran sobre las tumbas de los mártires, un gesto litúrgico que expresa la comunión entre el sacrificio eucarístico y el testimonio martirial.
Esta práctica —que sería luego extendida— cimentó la devoción a los mártires y fortaleció el sentido de la comunión de los santos en la liturgia, una convicción profunda en la Iglesia primitiva.
Muerte y martirio
San Félix I murió en el año 274, probablemente como mártir durante las persecuciones de Aureliano, aunque algunos estudiosos sostienen que murió en paz. No obstante, desde tiempos antiguos, la Iglesia le ha dado el título de mártir, y su tumba fue venerada como tal.
Fue enterrado en las catacumbas de San Calixto, en Roma, lugar de descanso de muchos papas y mártires de los primeros siglos. Su nombre fue incluido en los martirologios antiguos y en el Canon Romano de la Misa, donde su memoria perdura como testimonio de fidelidad apostólica.
Fiesta litúrgica
La Iglesia celebra la memoria de San Félix I el 30 de diciembre, dentro de la octava de Navidad, una ubicación providencial que subraya su defensa del misterio del Verbo hecho carne.
Celebrarlo en este tiempo litúrgico recuerda que el Niño nacido en Belén es verdaderamente Dios, y que desde los comienzos de la Iglesia, esta verdad ha sido custodiada con amor, sangre y doctrina por pastores como San Félix.
Legado espiritual
San Félix I nos recuerda que:
- La fe verdadera no puede separarse del amor a la verdad doctrinal.
- La Iglesia debe estar vigilante ante los errores que oscurecen el rostro de Cristo.
- El sacrificio de los mártires se une al sacrificio de Cristo en cada Eucaristía.
- Ser Papa es ser siervo de la verdad, incluso si eso lleva al martirio.
Hoy más que nunca, su testimonio invita a los pastores, teólogos, catequistas y fieles laicos a profesar con claridad y sin ambigüedad la divinidad de Jesucristo, fundamento absoluto de la fe cristiana.
Oración profunda a San Félix I, Papa y Mártir
Oh San Félix, sucesor de Pedro,
pastor fiel de la Iglesia de Cristo,
tú que viviste en tiempos de confusión,
pero no cediste ante la mentira ni el temor,
ruega por nosotros que hoy también enfrentamos
la seducción del error y el silencio cobarde.
Tú que afirmaste con firmeza que el Hijo es uno con el Padre,
que defendiste la fe verdadera hasta el final,
haz que también nosotros vivamos con un corazón indiviso,
fiel a la Palabra y firme en la verdad.
Ruega por los pastores de la Iglesia,
por los teólogos tentados por el prestigio,
por los catequistas que forman las almas,
y por todos los que buscan conocer al verdadero Dios.
Tú que hiciste de la tumba de los mártires un altar,
haz de nuestra vida una ofrenda viva,
una Eucaristía silenciosa,
una fidelidad que no se rinde ante el poder ni la moda.
San Félix, Papa y Mártir,
guía a la Iglesia en el camino de la claridad,
y obtén para nosotros el amor a la verdad
que salva y libera.
Amén.








